CLAUDIA ORTEGA

Fuego interior

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He sido invitada esta noche y quiero estar presente a través de unas pocas palabras en la inauguración de la exposición de Claudia Ortega.

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Decidí darle un título a estas palabras surgidas no sólo de la contemplación de la obra de Claudia, sino de la visión, algo totalitaria de su recorrido. Este día nos convoca Claudia Ortega desde las entrañas de la fiesta brava y casi como una danza, nos entrega un pincel potente y vigoroso. Se entrega ella misma entera y presente a través de su obra como en todo lo que ha hecho en su vida, nos entrega su fuego interior.

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Revive y reproduce en el espectador con esta obra, muchas sensaciones y percepciones propias de una tarde de toros. Cada uno, luego de disfrutar esta magnífica exposición, en sí mismo, tendrá de ellas su propio recuerdo.

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Nos permiten evocar estas sensaciones y percepciones, esa tarde como un momento auténticamente emotivo, provocador, como una experiencia vital, de vigor y poder en donde puede verse el enfrentamiento y el ingrediente de un cierto linaje y de una gallardía especiales presentes en todo encuentro; y que la artista, en mi opinión, logra captar con maestría.

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Estos cuadros sugieren cierta danza, pero no es una danza cualquiera. Es un baile lleno de carácter y de significado. Es ese baile que se inicia contrariando el sentido de las manecillas del reloj. Esa danza cuya coordinación requiere del respeto que surge entre los dos participantes. Tiene que haber comunicación entre los dos compañeros. Se me antoja entonces, igual exigencia entre la pareja conformada por el toreador y el toro. Hay una combinación de sonidos, de pausas, de silencios, como un intercambio de ciertos códigos que vemos en el movimiento y en el ritmo de la obra de Claudia.

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La artista se acerca con respeto a este intercambio de fuerzas que más que un enfrentamiento tiene el vuelo del baile. Logra entresacar a través de las siluetas la pasión, el legítimo intercambio de energía entre animal y lidiador, en otras palabras: la fortaleza y la intensidad de la brega.

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Torero y toro en comunión perfecta, sin poder ser el uno sin el otro. Tan vigoroso y tan noble como el animal, se muestra el gesto del torero entregado a su faena.

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Siempre me he dejado afectar por la obra de Claudia y frente a esta nueva entrega no puedo dejar de recordar momentos anteriores, obra distinta, que se agrupa con absoluta coherencia a mi modo de ver, con lo que ha sido su búsqueda, su recorrido personal como artista.

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Hacer frente a la vida, a su don, a su necesidad enorme de expresión, eso lo veo hasta en la sucesión de materiales que Claudia ha trabajado. Desde su lucha con las formas a través del vidrio o del bronce, hasta su recreo exquisito con la humildad de la arcilla. Hoy, en estos lienzos veo la huella del tiempo que ha pasado y su encuentro con el equilibrio. Definitivamente, luego de la lucha cuerpo a cuerpo, piel a piel, necesariamente se restablece el orden.

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¡Bravo, bravo Claudia!

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Qué maravilla es poder disfrutar de esta manera, del devenir de tu fuego interior, qué bueno vivir todo el acoso del incendio a través de estos cuadros y al final experimentar el equilibrio.

Me sorprende y me conmueve haber podido tener acceso a esta obra tuya, precisamente en este momento de mi vida, me ha producido una indescriptible sensación, como si una extraña pero certera conciencia de la propia faena se hubiera apoderado de mí.

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Claudia, gracias por entregarnos hoy algo más de tu fuego interior.

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María Esmeralda Sánchez Amaya

Medellín, febrero 8 de 2019